En un complejo contexto global, “Invisibles” se erige como un grito en nombre de aquellos que sufren los agravios de la guerra o se subyugan a diversas formas de poder social, cultural, religioso o gubernamental.
La invisibilidad, como destello de luz, en la que el cuerpo se eclipsa entre las fisuras del universo; favorece la ambigüedad de la materia que se rebela en un espacio físico o intangible e incide en la subjetividad de la apreciación del individuo.
En mayor o menor medida todo y todos hemos sido invisibilizados. Martirizados por atropellos, discriminación, conflictos armados, escasez de recursos y pobreza, o simplemente cuando se desconocen nuestros derechos más elementales.
Testigos de ese tránsito hacia la deshumanización en un mundo globalizado que establece un valor numérico para sus víctimas, habría que preguntarse si sería prudente liderar batallas heredadas o discursos trinchados que contradigan nuestras quimeras. Habría que desafiar leyes sombrías, siguiendo el paradigma de que el derecho a la coexistencia digna, no puede, de ninguna manera, limitarse a unos pocos.
“Invisibles” es, en definitiva, el despliegue de la desventura de algunos que induce a la catarsis de otros, utilizando como excusa obras y artistas que, desde diversas geografías, comparten similares desvelos.
Homenaje a la obra de artistas visuales que han acompañado las Bienales de La Habana desde múltiples geografías a lo largo de sus 40 años de fundada.
